lunes, 30 de junio de 2008

Amada mar salada

Desde que era chiquitín, desde que por primera vez oí los cantos de sirena, el ronco rumor de las olas, la mar, salada, verde y azul, me atrae y me ata. Y menos mal que adoro los inviernos y el frío, recuerdos del alma, de la tierra donde descansa la sangre de mis ancestros, tierra donde me crié, porque de otro modo, sin la mar, los largos inviernos serían eternos.
Aun así, siempre hago una escapadiña en lo mas crudo del invierno, en uno de esos meses que no resplandece el gran sol a algun pueblo del litoral gallego. Sentarse en la arena de la playa en diciembre, ver las olas que bailan y se ondulan rogando que vuelva pronto, o pasear por el puerto, o pasear cuando llueve y no saber que agua es la que te moja.
Despues de tanto tiempo, por fin volví a mi amada mar salada. Y siempre la misma sensación, desconocida, como si no la hubiera visto en la vida, y al mismo tiempo, conocida como si llevara toda una vida a su lado.
Ese momento en que uno se deja flotar, ese instante en que el tiempo se detiene. Sentir el sol en la cara, cerrar los ojos, las caricias del agua que pasa por encima con cada ola. El frío del agua que calienta el cuerpo, la ternura con que acuna en un suave bamboleo, ese sabor salado a mar.
Sentir que es ella la que manda, la que desea abrazarte para siempre. Ahhhh, quien pudiera dormir siempre en sus brazos, a merced de las olas, arrullado por el mar.

3 comentarios:

Zuviëh S.F. dijo...

¡¡¡Romanticón!!! ;)

Anónimo dijo...

¡Muy bueno, sigue así!

Toxcatl dijo...

¡que ganas de vacaciones!!!